viernes, 6 de febrero de 2015

Bajo la noche eterna

Hace meses que Aria se enteró de la muerte de su madre (spoiler de la sinopsis si no lo haz leído). Hace meses que Perry se convirtió en Señor de la Sangre de los Mareas, y en meses desde que Aria lo vio por última vez.

Aria y Perry han soñado durante mucho tiempo con el reencuentro. Pero las cosas se salen de control y nada va como se esperaba. Además, las tormentas de éter son cada día peores y la única esperanza que tienen de sobrevivir es llegar al Azul Perpetuo. Pero ¿existe de verdad este lugar?

Aria y Perry se enfrentaran a traiciones y tentaciones sin par ¿Conseguirá su amor sobrevivir a esta noche eterna?
Este libro se va enfocando más en las dificultades y diferencias que sufren nuestros dos protagonistas, de igual forma el futuro de las personas que viven bajo las tormentas de éter, tanto los salvajes como los ciudadanos de Ensoñación, y su posibilidad de sobrevivir. Aria necesita encontrar el cielo azul, un lugar que se dice esta libre de las tormentas, puesto que la chantajean con el sobrino de Perry, y este último ya tiene una gran responsabilidad porque se ha convertido prácticamente en jefe de su pueblo.

Aria volverá a necesitar de la ayuda de Perry para sobrevivir en el mundo salvaje, pero en este libro sobresalta Rugido, el mejor amigo de Perry y ex novio de su hermana, Aria y Rugido van teniendo una relación más cercana que se llega a confundir con un trío amoroso, por lo que Perry empezara a dudar de los sentimientos de Aria, y para acabarla de amolar, el pueblo no quiere a la chica porque es una ciudadana de Ensoñación, es decir, una forastera en la que no confían.

No cabe duda, que en todo el libro estuve con el corazón en un puño, porque ambos estaban tan alejados el uno del otro y con demasiadas tentaciones, que en un punto de la lectura dudabas si verdaderamente terminarían juntos. El final, me rompió de felicidad, pero solo aclara el punto amoroso pero en sí no finaliza con que si encontraran el cielo azul y que pasara con el mundo.


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